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MUJERES, OBISPOS, KIERKEGAARD Y PAYASOS

Por lo visto, en este día de la mujer, distintos obispos españoles han mostrado perspectivas distintas a la hora de valorar esta jornada. Esa pluralidad de criterios es buena en un cuerpo como el episcopal que generalmente, de puertas hacia afuera de la Conferencia Episcopal, muestra una unidad que siempre es tan envidiable como imposible.

No voy a hablar del sacerdocio de la mujer. Hasta el aperturista Papa Francisco ha dicho que ese tema está cerrado por San Juan Pablo II, y aunque no haya sido objeto de proclamación dogmática esta cuestión ha de ser retenida como "definitiva", perteneciente al "depósito de la fe” y aceptada con "asentimiento definitivo". En este sentido, queda ya muy atrás lo que el afamado teólogo K. Rahner dijera al respecto afirmando que esta práctica de ordenar mujeres "no es un dogma, está basada pura y simplemente sobre una reflexión humana e histórica que era válida en el pasado, en condiciones culturales y sociales que están cambiando rápidamente”. Pero, insisto, no quiero hablar de eso hoy.

Ahora bien, el binomio mujer e Iglesia, tiene cosas curiosas. Me ha venido a la cabeza la llamada "parábola del payaso" utilizada por el filósofo Sören Kierkegaard. Contaba este buen hombre que "un circo ambulante estalló en llamas poco después de haber acampado junto a una aldea danesa. El director se volvió́ a los artistas que ya estaban vestidos para la actuación y envió́ al payaso para llamar a los aldeanos a ayudar a sofocar las llamas, que no solamente podían destruir el circo, sino que podían extenderse a través de los campos segados e incendiar la aldea misma. Corriendo atropelladamente a la plaza de la aldea, el pintarrajeado payaso gritó a todos que vinieran al circo a sofocar las llamas. Los aldeanos rieron y aplaudieron esta forma nueva de atraerlos al gran espectáculo. El payaso lloró y suplicó. Insistió́ en que no estaba representando un papel, sino que la aldea estaba realmente en peligro mortal. Cuanto más imploraba tanto más reían los aldeanos... hasta que el fuego saltó a través de los campos a la misma aldea. Antes de que los aldeanos se dieran cuenta, sus hogares habían sido destruidos".

Ciertamente es una historia ejemplarizante. Yo tengo la sensación de que a la Iglesia nos puede pasar como al payaso cuando hablamos de la mujer, es decir, que no nos crea nadie. Ya no es lo del sacerdocio de la mujer..., es que hay cosas que son lacerantes. ¿Sabíais por ejemplo que las mujeres podéis leer la Palabra de Dios en la misa pero no podéis ser lectoras "oficiales", es decir lectoras instituidas para tal servicio de un modo estable?  

Esto quiere decir que el cura en cuestión, o el equipo de liturgia, puede decir, -"Almudena, hoy lees tu"-, pero la tal Almudena no puedes ser instituida en ese servicio con carácter permanente. Eso está reservado a los varones.  ¿Por qué? No sé… No me lo invento yo, lo podéis comprobar en el Código de Derecho Canónico, canon 230.1 y 230.2. Aquí lo podéis leer.

Veremos a ver en qué queda la famosa comisión puesta en marcha por el Papa Francisco, para estudiar la posibilidad de que la mujer pudiera recibir el Diaconado o el Diaconisado. Algún avance en este sentido, estoy seguro de que significaría, ¡por fin!, cambiar ese canon del Derecho Canónico, a todas luces incoherente.

Sí, ya sé que la mujer desempeña en la Iglesia encomiables tareas, …que inicia a la fe como catequista, …que puede ser ministra extraordinaria de la comunión, …que como desparecieran de las parroquias las mujeres habría que cerrar la Iglesia, aunque hubiera sacerdote...sí todo eso ya lo se. 

Pero es que resulta que aunque ahora a la gente le da por publicar libros, la Galaxia Gutenberg, ya pasó en la historia; casi todo el mundo vive en lo que se llama la Galaxia McLuhan, donde "el medio es el mensaje". La imagen que damos en la Iglesia es importante, y los gestos son decisivos; …insuficientes, pero decisivos.  Por mucho que la mujer efectivamente sostenga a la Iglesia, la parte más institucional de ella debe ser reflejo cierto de lo que hay, porque un mismo anuncio se percibe de modo diferente según viva de una u otra manera quien lo hace. Y si no, que se lo digan al payaso de Kierkegaard.

Hay quien dice que ya hemos pasado de la Galaxia McLuhan a la Galaxia Microsoft; el libro caducará por anti-ecológico, la imagen dejará de ser mejor que mil palabras; en la galaxia Microsoft importará lo que sea transmisible; todo aquello que no sea información coherente con el sistema, todo aquello que no se pueda transmitir... no existirá.  

Y, francamente, no sé por cuánto tiempo más puede resistir una Iglesia con un modelo de sacerdocio que no es socialmente transmisible, por ende, presentable

Pero ¡vamos!, que no quería hablar del sacerdocio de la mujer.

©Fco Jesús Genestal Roche.

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